Reflexiones sobre Marbella en Fitur 2016 de Massimo Filippa
Con el telón de Fitur alzado, Marbella sigue siendo, más que nunca, un reclamo que conjuga calidad, bienestar y armonía, aspectos que, dicho sea de paso, suponen un bálsamo en un mundo cada vez más loco.
La Feria de Turismo más importante de España mantiene en su escaparate la oferta de sol y playa de Marbella. Pero la localidad malagueña es mucho más que caricias del astro rey y burbujas saladas que acarician la piel. No hay más que levantar la mirada para comprobar el idilio del municipio mediterráneo con la estética, la elegancia y la gastronomía de nivel. Y ello no está reñido con el tópico que invita al goce de "sus calles" y "sus gentes" en un contexto que sigue hermanado con la pasión y la tradición.
No es de extrañar, pues, que en cada edición de Fitur se expongan todas y cada una de las virtudes que han hecho de Marbella un reclamo internacional. Por si esto fuera poco, aquellos que piensen que el turismo como negocio ha menguado otras opciones de este enclave solo tienen que empaparse de su tejido empresarial, que no solo mira al cielo y es capaz de reinventarse con inteligencia para competir en segmentos como el de la innovación y el desarrollo sostenible.
También uno de los chefs más prestigiosos de Marbella, Diego del Río, ha estado presente en Fitur, en la llamada "Noche de las Estrellas", para deleitar al personal con suculentos platos y sabrosas creaciones, aportando a Fitur esa elegancia innata que fascina al ver cómo transforma los mejores ingredientes locales malagueños en puro arte condimentado.
Fitur no se olvida de Marbella, en cuanto a su enorme sostén, que ha permitido, entre otras cosas, sacar a flote los réditos del sector en años de caída del consumo a causa de la crisis económica internacional. Ahora que la inversión repunta y en el horizonte se divisan proyectos de calado para aumentar el pedigrí de la zona, las oportunidades de negocio aumentan exponencialmente. Así, tras el sector inmobiliario observa con optimismo los indicadores que apuntan a un despertar de la inversión en vivienda; trazando una línea similar, los empresarios otean con una mueca de sonrisa cualquier posibilidad de irrumpir en Marbella, hábitat del gracejo, el fuego, el amor y la gastronomía que embelesa el gusto.
Los espectáculos para todos los gustos, distribuidos a lo largo de un año que no es sino un verano sin tregua, aportan un plus de confortabilidad a una ciudad que invita a quedarse. Marbella es igualmente única y en los stands de Fitur, su nombre se alumbra con luces de neón.
Andalucía, Málaga y Marbella son el triángulo preferido de numerosos ciudadanos del mundo que saben que aquí está su Xanadú y quieren embriagarse de su aire rejuvenecedor. La estética de la belleza, los cuerpos dorados y el olor a platos exquisitos, con el retropaladar del aceite de oliva y el buen vino que regalan los dioses, es una puerta que se abre, tras la que aparece el Edén de vivencias plenas.
Con todo, Marbella y Fitur se mantienen en la cresta de la ola, con espacios para la mejora y, sobre todo, lugares de confluencia en un marco de permanente optimismo. El blanco de sus casas y la espuma de un mar benefactor atrajeron a los primeros turistas. Ahora, 60 años después, Marbella es como mi compatriota italiana Sofía Loren, que fue chica de mirada salvaje y demoledora, y una mujer que, con el paso del tiempo, ha sabido mantener su lozanía descomunal y transmitir la serenidad de la sabiduría.